Un viaje en tren…

472961tren-bahiaEsto ocurrió en el año 1961. Volvíamos de Necochea, habiendo realizado antes una recorrida, por Mar del Plata. Tomamos el tren en la estación Quequén y, como yo era ferroviario con pase para viajar en primera clase, nos instalamos con mi señora y mi cuñada, en la pequeña división que estaba destinada a pasajeros no fumadores. Los asientos eran confortables a pesar de la antigüedad del vagón, por lo que antes de salir y habiendo ubicado ya las valijas en el portaequipaje, recorrimos los otros dos vagones denominados pulman. Éstos eran flamantes y habían desplazados los viejos coches de segunda con asientos que eran de madera. Tanto en primera como en pulman viajaban en ese mes de mayo muy pocos pasajeros. Pero coincidimos que los nuevos vagones se presentaban como de mayor comodidad que el de primera y nos trasladamos con el equipaje a esas nuevas formas de viajar, convencidos de las bondades de esta nueva forma de viajar que superaba a los de primera clase.
El sector tenía lugar para 24 pasajeros, ya dijimos para no fumadores y nosotros estábamos sentados en un extremo, el interno. En la otra punta cerca de la puerta, un grupo de chilenos, ocho en total, se trasladaba, según pudimos escuchar, desde Balcarce a la zona de Mayor Buratovich, Hilario Ascasubi y Pedro Luro, para trabajar en la cosecha de cebollas, para llegar después a Médanos donde trabajarían en la recolección de ajos.
A poco de iniciado el viaje, empezó a recorrer el grupo, el vino que iba vaciando varias botellas. La sorpresa para nosotros era que tanto los hombres como las mujeres empinaban con fruición el jugo de uva. Abrieron un gran paquete quedó al descubierto su contenido, varios pollos asados, que iban siendo devorados, sin más cubiertos con las manos, que se iban engrasando paulatinamente, lo mismo que la parte exterior de las bocas y los cachetes. Parecía una jauría devorando su caza del día.
Mi señora, viendo la groticidad del espectáculo, tal vez por ese sexto sentido que dicen tienen las mujeres, me sugirió que cambiáramos de lugar. Me pareció que no era necesario.
Un rato después, ya el vino empezó a agitar discusiones y hubo empujones y más gritos que fue coronado con una tremenda trompada que se estrelló en uno de ellos. Hubo una ruidosa caída contra el asiento y el suelo.
La sugerencia de mi esposa se tornó imperativa, pero no logró que yo accediera, le dije: “Es un problema entre ellos”. Como subrayando mis palabras, quien había recibido el golpe, hurgaba en su valija y en su mano apareció un arma de fuego.
No recuerdo cómo, pero en décimas de segundos aparecimos los tres con nuestros bártulos, en los asientos más alejados del coche de primera y no fuimos más adelante porque ese lugar estaba ocupado por la locomotora que traccionaba aquel tren de pasajeros.

Rimas geométricas

geometricasSi la volátil inspiración me poseyera
en la habitual paranoia de un poema
lograrían mis versos la suprema
y perfecta redondez que da la esfera.

Si geométricas rimas compusieran
cuadratura ideal para mis temas,
vería exorcizado mi anatema,
para que oblícuos versos no existieran..

Es la exacta dimensión que no se alcanza
y en algebraica suma, trae y saca,
equilibrando el fiel de la balanza

si su vena original no se destaca.
Me queda todavía la esperanza
de insertar este verso a toma y daca.

Tino Diez